sábado, 14 de septiembre de 2013

¿Estudiar o trabajar?

Un colega me comentó que dos accionistas mayoritarios de grupos importantes de empresas, uno situado en América Latina y el otro en Estados Unidos, habían conversado acerca de la educación de sus hijos. El del Norte le aconsejó al del Sur que no los hiciera cursar la universidad. En su opinión, dada la posición económica de ambos, la universidad no era tan conveniente para sus hijos como lo era para quienes habrían de buscar empleo al momento de graduarse.
“Lo que necesitan es trabajar desde jóvenes y adquirir la mayor experiencia posible”. El latinoamericano había estado de acuerdo. Sus hijos trabajaban en las empresas familiares y recibían clases particulares dictadas por distinguidos profesores.
Un artículo publicado a mediados de 2012 en The New York Times titulado Drop Out, Start Up informó acerca de las becas Thiel ─Thiel fellowships─ para menores de 20 años, de dos años de duración, por medio de las cuales cada uno de los 20 jóvenes seleccionados anualmente habría de recibir US$100,000 y comprometerse a no cursar un college por espacio de dos años. Las becas habían sido creadas en 2011 por Peter Thiel, uno de los fundadores de Pay Pal e inversor de Silicon Valley.
El artículo señalaba que “Thiel cree que más jóvenes deberían estar ocupados en la búsqueda de nuevas tecnologías que en perder tiempo y dinero en el college”. […].
Thiel se basa en el folklore de Silicon Valley donde las cafeterías están llenas de CEOs que hasta hace poco eran teenagers y donde ser alguien que hubiese abandonado la universidad se convierte en algo así como una medalla de honor ─que alguna vez lucieran las más grandes luminarias de la tecnología, incluyendo a Steve Jobs y Bill Gates así como M. Zuckerberg” (y también, por ejemplo, Michael Dell).
Estos párrafos ilustran situaciones en las cuales la universidad no es el único camino abierto a los jóvenes que buscan alcanzar un futuro promisorio.
El primer caso resalta la necesidad de prepararse para manejar una fortuna familiar; el segundo, la oportunidad de encaminarse en ciertas especialidades técnicas sin un título universitario y sin necesidad de endeudarse, y con la posibilidad de transformarse en un innovador o empresario millonario. Claro que no cualquiera pertenece al primer grupo, y no son tantos los que se animan a seguir el segundo camino.
En los últimos años se puso de moda en distintos círculos de los Estados Unidos, la discusión acerca de la conveniencia o utilidad de una licenciatura. Discusión en la que se destacaron dos importantes venture capitalists, ambos egresados universitarios, uno de los cuales fue el mencionado Thiel.
Los argumentos que se invocaban no eran nuevos, pero se hacía en forma más intensa: los costos de cursar una licenciatura habían aumentado más de la cuenta; la conveniencia de cursarla estaba plagada de incertidumbre, y la educación era menos exigente.
Quienes sostenían lo contrario decían que las becas Thiel conformaban una idea desagradable y narcisista que retardaría el desarrollo intelectual de los becarios, y que lo único que hacían era dirigir hacia la acumulación de riqueza cualquier energía altruista que estos tuvieran. Otra opinión decía que alejaba a los jóvenes tanto del amor al conocimiento per se como del respeto a los valores de la clase media.
Desde un punto de vista más “práctico,” se señalaba que “los graduados de los colleges estaban más orientados a una carrera.
Cursar una carrera significaba que los estudiantes tomaban un compromiso real con su futuro. Cobrar un sueldo no era lo único que buscaban”. ¿Usted, lector, qué opina?

2 comentarios:

  1. ¿Estudiar o trabajar? Ventajas para tomar tu decesión

    Este es uno de los debates más clásicos en la vida de cualquier persona, y es que ambos casos afectan directamente a las esferas más importantes que forman nuestro autoconcepto. Decidir uno u otro campo, o los dos, es inevitablemente algo que cambiará nuestra manera de vivir el día a día y nuestras expectativas de futuro.


    Ante todo hay que remarcar que la situación personal de cada uno de nosotros es el factor que más nos influirá siempre. Puede parecer una perogrullada pero de poco sirve comparar las ventajas e inconvenientes de cada opción cuando por circunstancias ajenas a nuestro control tendremos que tomar una decisión que no nos atrae. Lamentarse no nos aportará nada si son dichas circunstancias las que eligen por nosotros, teniendo que intentar buscar el lado bueno a pesar de que no sea lo que queríamos. Y, por supuesto, no hay que degradar nuestra imagen personal por estar haciendo lo contrario a lo que deseamos, o vernos inferiores socialmente.

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  2. Las ventajas de estudiar

    Cuando nos involucramos activamente en el estudio dedicamos completamente nuestro tiempo para poder sacarle el máximo rendimiento, lo que se traduce en una forma de vida adaptada a él. Compañeros que pasan por las mismas tribulaciones, asistencia al lugar donde impartimos el curso, contacto con profesores, exámenes... mientras el trabajo es habitualmente monótono la vida del estudiante fluctúa continuamente, estando en un contacto constante con otras personas.

    Por otra parte la concepción mayoría de estudiar es que es un preludio a adquirir un determinado trabajo, variando el grado de especialidad de forma consonante a nuestro nivel de estudios. La correlación es sencilla: cuanto más estudiemos mejor trabajo obtendremos. Aunque hoy en día sea una más dudosa de mantener, es innegable que tendremos más opciones cuantos más estudios tengamos, por lo que en un principio no hay desventajas en estudiar. Es un tiempo que invertimos que siempre nos proveerá de un futuro mejor.

    A su vez a medida que ascendemos en el sentido educativo nos especializamos más en nuestro estudio, pudiendo centrarnos en lo que más nos interese. Mientras en el colegio puede dársenos fatal geografía sabemos que en algún momento dejaremos de estudiarla para aumentar la carga en otra materia que, en un principio, es más afín a nosotros. Muchos de estos conocimientos previos no los utilizaremos de forma práctica en los trabajos a los que podremos acceder con ellos, mientras los más concretos sí que nos darán herramientas fundamentales para desempeñarlos correctamente. Esto se traduce en que cuanto más estudiemos más control tendremos sobre nuestro trabajo, más responsabilidades y más sensación de eficacia personal, tan fundamental para mantener nuestra autoestima.

    Una última ventaja más entre las muchas que podemos encontrar a poco que nos lo planteemos es que cuanto más estudiamos más cultivamos nuestro conocimiento y nuestras capacidades. Este es uno de los argumentos principales con lo que se defiende el estudio de materias aparentemente inútiles en los cursos escolares: activar nuestra mente, hacernos ganar habilidad mental. No es un argumento baladí, siendo importante que lo tengamos también en cuenta.


    Las ventajas de trabajar

    Todos sabemos la primera ventaja obvia: tener un sueldo. Pero es una trampa si no nos andamos con cuidado ya que si comenzamos a trabajar de forma temprana nos veremos abrumados por el cambio súbito que encontramos en nuestra economía, corriendo el riesgo de acomodarnos a ese sueldo que, a nuestros primerizos ojos, nos parece más que digno. Con el tiempo las responsabilidades cambian, al igual que nuestra forma de vida, y ese sueldo enorme para nuestra temprana edad se vuelve nimio. Y lo que es peor, si hemos decidido desechar estudiar para seguir trabajando nos encontraremos con multitud de puertas cerradas, teniendo que buscar trabajos del mismo nivel de cualificación del actual.

    Trabajar por otra parte nos hace madurar, estar en contacto con la vida real. Administrar cantidades de dinero convincentes, cumplir horarios de trabajo estrictos, responsabilidades para los clientes, es todo una rueda de la que no sabemos realmente nada cuando estudiemos a tiempo completo. Por supuesto podemos también madurar cuando estudiamos pero es un proceso diferente, con un concepto más cercano al desarrollo personal que a las habilidades para manejarse.


    Conclusión

    El camino ideal por tanto es estudiar todo lo posible para buscar un trabajo correspondiente a nuestras habilidades e intereses personales. Cuanto menos estudiemos menos control tendremos sobre nuestro futuro laboral, a pesar de tener que dedicarle más años que podríamos pensar que estamos perdiendo. Incluso la opción de trabajar y estudiar a la vez es tan legítima como cualquier otra, donde requiere un grado de organización y fuerza de voluntad muy superior a estar a tiempo completo con una de las dos opciones por separado.

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